El miedo latinoamericano a las alianzas y al pluralismo político

Artículo
01 Septiembre 2014

 

En muchos países de la región las coaliciones entre partidos con diferencias ideológicas son vistas como herejías. Excepciones a un modelo que prefiere la obediencia al debate.

Las alianzas políticas estables, en las que distintas fuerzas con puntos de vista e intereses divergentes se ponen de acuerdo en un programa común de largo plazo, son casi una utopía en la región. En la mayoría de los países prima la fragmentación. Decenas de partidos se pelean entre sí y no están dispuestos a ceder en sus máximas ideológicas, ni en sus intereses particulares de corto plazo. Y cuando se terminan formando coaliciones, porque se presentan como la única forma de llegar al poder, éstas giran en torno a figuras capaces de conseguir votos y ganar elecciones. En caso de obtener la victoria, no se discute el programa ni las decisiones de gobierno. Las fuerzas se limitan a acatar los mandatos del líder, a cambio de prebendas repartidas debajo de la mesa. Pero el panorama no es igual en toda la región. Algunos países lograron consolidar desde hace años alianzas de partidos estables, que se mantuvieron unidas a pesar de sus diferencias, tanto en el gobierno como en la oposición. Es el caso de la Concertación en Chile (ahora Nueva Mayoría), el Frente Amplio en Uruguay, y la coalición de partidos en torno al PT en Brasil. Todos ellos lograron ir un poco más allá del tradicional cortoplacismo latinoamericano, para sostener políticas de estado duraderas.

Las claves de las coaliciones políticas "Chile, Uruguay, y Brasil desde los 90, tienen partidos políticos estables, que no cambiaron de etiquetas y mantuvieron un papel responsable dentro del sistema político. Han tenido que ser gobierno y oposición, o viceversa, y se han mantenido. En ese aprendizaje, los actores pudieron encontrar mecanismos para relacionarse", dice a Infobae el politólogo Facundo Cruz, docente de la Universidad de Buenos Aires y especialista en coaliciones políticas. En otros países, la inestabilidad llevó al estallido del sistema de partidos, que modificaron profundamente el panorama. "En Argentina y Venezuela -continúa- lo que vemos es que cambiaron los actores en términos colectivos, con nuevos representantes que irrumpieron ante situaciones de crisis". Colombia es otro ejemplo de un sistema de partidos muy debilitado. Los dos tradicionales, el Liberal y el Conservador, históricamente habían llegado al poder sin necesidad de coaligarse. Pero ya no. Si bien la solución a esta crisis se dio a partir del armado de coaliciones, éstas no funcionan como tales. "Los presidentes conformaron grandes alianzas, con varios partidos, porque el sistema político se fragmentó y se pasó del bipartidismo al multipartidismo, con 10 o 12 fuerzas", dice el politólogo Javier Duque, profesor Universidad del Valle, Colombia, consultado por Infobae. "Se trata de coaliciones pragmáticas -continúa-, sin cercanía ideológicas, muy híbridas y con una orientación de reparto de cuotas de poder. Tienen un corte muy clientelar". La consecuencia de esta debilidad de los partidos, y su correlato en alianzas amorfas y sin mucho sustento, es que el único factor decisorio es el presidente. "Durante los último seis gobiernos -dice Duque- el Poder Ejecutivo es el principal actor legislativo. La mayoría de los proyectos que se convierten en ley son iniciativas suyas, y el Congreso se convirtió en un apéndice, que aprueba todo introduciendo algunos cambios".